11 de septiembre de 1973: Allende, memoria y lecciones para la democracia

A 52 años del golpe de Estado en Chile, Salvador Allende sigue siendo símbolo de dignidad y resistencia frente a las fuerzas que buscan arrebatar la voluntad popular. Su legado interpela al presente y a las luchas por una democracia real.
El 11 de septiembre de 1973 no es solo una fecha en el calendario: es una herida abierta en la historia de América Latina. Ese día, las Fuerzas Armadas chilenas, respaldadas por intereses internos y externos, bombardearon el Palacio de La Moneda para derrocar al gobierno legítimo de Salvador Allende.
Allende había llegado al poder tres años antes, impulsado por la Unidad Popular y por un programa que apostaba a redistribuir la riqueza, nacionalizar los recursos estratégicos y ampliar derechos sociales. Lo hizo por la vía democrática, convencido de que el socialismo podía construirse desde las urnas y con el protagonismo del pueblo.
El golpe no solo terminó con su vida, sino que buscó destruir un proyecto político que colocaba a los trabajadores, campesinos, estudiantes, amas de casa como protagonistas de su propio destino. Sin embargo, la imagen de Allende, su discurso final y su coherencia hasta el último minuto, lo transformaron en un faro de resistencia para generaciones enteras.
Hoy, recordar a Allende es recordar que la democracia no se reduce a votar cada cierto tiempo. Es entender que los derechos conquistados pueden ser arrebatados si no se defienden día a día, y que el poder real muchas veces se juega fuera de las instituciones formales.
En cada lucha por salarios dignos, por los jubilados, por la defensa de los bienes comunes, por una educación y una salud pública, Allende sigue presente, recordándonos que un pueblo organizado y consciente puede cambiar su destino.