La noche en que Perón habló al mundo: mil radios y un solo mensaje

Redacción Raíces Digital | El 6 de julio de 1947, Juan Domingo Perón tomó el micrófono y, a través de más de mil emisoras, lanzó un llamado urgente a la paz, al desarme espiritual y a la cooperación internacional. Una noche en la que nació el sueño de un camino propio: la Tercera Posición.
Era invierno en Buenos Aires. El frío pegaba contra los vidrios y la humedad se metía hasta en los huesos. Pero esa noche del 6 de julio de 1947, algo diferente iba a sacudir el aire porteño y, con él, al mundo entero.
Juan Domingo Perón, apenas un año después de haber asumido la presidencia, se sentó frente a un micrófono, consciente de que no hablaba solo para su pueblo. Una red monumental de más de mil emisoras, desde la BBC de Londres hasta pequeñas estaciones latinoamericanas, esperaba su voz.
“La humanidad necesita paz, la humanidad necesita un desarme espiritual”, dijo con firmeza. No era solo un llamado diplomático: era un mensaje moral, político y profundamente humano. Un grito que pedía detener la locura de las armas y la violencia, y empezar a construir la convivencia sobre la base de la justicia y la dignidad.
Mientras Europa se debatía entre ruinas y el mundo empezaba a dividirse entre el bloque capitalista y el comunista, Perón proponía algo revolucionario: un camino distinto, una tercera vía, un espacio soberano que se atreviera a no arrodillarse ante ninguna potencia.
Aquella noche empezó a tomar forma lo que después sería conocido como la Tercera Posición, un concepto que invitaba a mirar más allá de los extremos y a colocar al ser humano en el centro. Ni satélite de Estados Unidos ni peón de la Unión Soviética. Argentina proponía un proyecto propio, independiente y profundamente humanista.
En cafés, clubes y casas humildes, la gente escuchaba en silencio. Esa voz que cruzaba mares y cordilleras parecía hablarles directamente al corazón. “El hombre está por encima de las ideologías”, afirmaba Perón, y en cada palabra se podía sentir el pulso de un país que quería ser protagonista, no espectador.
Mientras las ondas rebotaban en el Atlántico y subían por los Andes, Argentina exportaba algo mucho más valioso que granos o carne: exportaba dignidad y pensamiento.
Hoy, décadas después, en un mundo que sigue atrapado en conflictos y bloqueos, aquel llamado suena como un eco que no se resigna a apagarse. Fue la noche en que Argentina se animó a soñar en voz alta y a decirle al mundo que la paz no se suplica, se construye.
Porque esa noche no se habló solo a una nación, sino a todos los pueblos que alguna vez soñaron con un destino más humano y más justo.