Garzón: “Sin rutas seguras, no hay país ni futuro posible”

Entrevista exclusiva de Raíces Digital a Alejandro Garzón, presidente de Unidad Popular Santa Cruz y dirigente sindical.
Alejandro Garzón, dirigente sindical de ATE Nacional, con trayectoria en ATE Santa Cruz y presidente de Unidad Popular Santa Cruz, analiza en esta entrevista exclusiva el cierre de Vialidad Nacional y sus consecuencias concretas en la provincia y en todo el país.
Desde su mirada sindical y territorial, advierte sobre el abandono de las rutas, la falta de controles y el impacto real en la vida de las y los trabajadores y en las comunidades.
— RD: Santa Cruz es la segunda provincia más extensa del país. ¿Cómo impacta esta decisión en un territorio tan grande y con tantas rutas nacionales?
— Santa Cruz no solo es enorme: cada pueblo y cada paraje dependen absolutamente de las rutas nacionales para existir. Hoy, el abandono es total: rutas llenas de baches, sin señalización, sin iluminación y sin mantenimiento.
La situación es aún más grave si pensamos en el alto tránsito de camiones de empresas petroleras, mineras, pesqueras, ambulancias trasladando pacientes derivados y transporte internacional desde y hacia Chile. Estamos hablando de corredores clave, no solo para la economía, sino para la salud y la vida cotidiana.
— RD: ¿Qué rol juega el control de peso y las balanzas en esta crisis?
— Las balanzas de control de peso son fundamentales para preservar las rutas y garantizar la seguridad. Evitan que circulen camiones sobrecargados, que destruyen la carpeta asfáltica y aumentan el riesgo de accidentes.
Antes existía un plan serio y estratégico para instalar balanzas dinámicas y estáticas, con control técnico del INTI, que hoy está siendo arrasado igual que Vialidad Nacional y otros organismos vitales. Santa Cruz iba a recibir estos controles en rutas neurálgicas —como la RN 3 y la RP 43—, utilizadas masivamente por el transporte minero y petrolero. Esta decisión no es ingenua: es parte de un proyecto que desmantela el control estatal, prioriza el negocio privado y deja a las comunidades desprotegidas y expuestas a un verdadero desastre vial.
Hoy, no hay controles efectivos, no se detienen camiones con sobrepeso y nadie supervisa. El resultado es claro: rutas destruidas, reparaciones millonarias y vidas en peligro.
— RD: El gobierno habla de eficiencia y de terminar con la corrupción. ¿Qué opinás?
— Es el relato más viejo del neoliberalismo: demonizar al Estado para justificar la entrega a privados. Hablan de “eficiencia” cuando en realidad lo que hacen es abandonar y vaciar lo público para convertirlo en negocio.
Esto ya lo vivimos. Carlos Menem en los 90 privatizó empresas del Estado y dejó pueblos aislados, familias destruidas, comunidades convertidas en fantasmas. Hoy vemos el mismo modelo: pueblos a la buena suerte de Dios, sin transporte, sin conexión, sin futuro.
Si quisieran eficiencia real, fortalecerían los controles, modernizarían las balanzas y garantizarían el mantenimiento. Pero no: prefieren peajes y rutas privatizadas que beneficien a pocos y dejen a millones afuera.
— RD: ¿Cuál es el peligro real para Santa Cruz y para el país?
— Santa Cruz se queda sin mantenimiento propio y sin personal capacitado, dependiendo de empresas privadas que solo buscan rentabilidad.
Las ambulancias tardan más, los productores locales pierden conectividad, el turismo se cae, y los pueblos se aíslan cada vez más. Cada kilómetro que se abandona es un paso hacia la desigualdad y el retroceso.
— RD: Además del daño técnico y económico, ¿qué pasa con las y los trabajadores viales?
— Acá no estamos hablando solo de despedir trabajadores y trabajadoras. Estamos hablando de destruir una comunidad entera. Vialidad Nacional es mucho más que un organismo: es una verdadera familia vial, con décadas de historia, lazos humanos y un compromiso enorme con el país.
Hay amistades de toda la vida, clubes viales, redes solidarias en cada provincia. La familia vial tiene su propia cultura: compartir mate en la banquina o en la maquina en la ruta, pasar semanas en los campamentos, esperar que vuelva alguien de un operativo, arreglar el auto de un compañero, o no estar en los cumpleaños o nacimiento de sus hijos, sostener a las familias en los peores momentos.
Despedir a estos trabajadores es borrar un legado técnico y social, destruir un modo de vida y romper comunidades enteras. Cada trabajador vial que queda afuera es un saber que se pierde, un puente que se rompe y un pueblo que queda más solo.
No es solo un ajuste: es un ataque profundo a la identidad y la memoria de un colectivo que sostuvo las rutas con frío, viento y calor, sin importar las condiciones. Defender a las y los trabajadores viales es defender nuestra historia y el futuro de cada región.
— RD: Para cerrar, ¿qué mensaje querés dejarle a la ciudadanía?
— Defender Vialidad Nacional es defender la vida y la soberanía. Cada ruta que se destruye es una familia aislada, un pueblo que desaparece, una vida en peligro.
No podemos permitir que conviertan el derecho a circular en un privilegio. Sin rutas seguras, no hay país. Sin Vialidad Nacional, no hay futuro.
🟥 Editorial Raíces Digital
El cierre de Vialidad Nacional no es un simple ajuste: es un ataque directo a la soberanía, a la seguridad y a la vida digna.
Las palabras de Alejandro Garzón reflejan el sentir de miles de trabajadoras y trabajadores que ven cómo se destruye una herramienta fundamental para conectar al país y sostener la vida cotidiana.