Coco: cuando el teatro revive la memoria y el corazón

Redacción Raíces Digital |Una tarde de domingo cualquiera puede transformarse en un viaje. No uno de esos que se pagan con pasajes, sino uno más profundo, que nos cruza el pecho y nos hace recordar que, en algún lugar entre la música y la nostalgia, todavía habitan los abuelos, las historias de familia y los sueños que nunca mueren.
Así fue la experiencia que regaló “Coco”, la obra teatral que llegó desde Comodoro Rivadavia de la mano del grupo Amakaik, al escenario del Cine Municipal de la Ciudad de Caleta Olivia.
Una propuesta que se abraza al alma como un reencuentro inesperado y que logra algo poco frecuente: unir generaciones en la misma butaca, entre canciones, carcajadas y alguna que otra lágrima furtiva.
Valentina Raso, una de las voces y cuerpos que dan vida a este universo, nos contó con entusiasmo que la obra está pensada para toda la familia, y que no solo se inspira en la conocida película de Disney, sino que la reinterpreta desde el calor del teatro vivo, ese que respira, canta y se mueve al ritmo de las palmas.
Miguel, el niño que sueña con ser músico aunque en su casa la música sea un pecado, se convierte en un símbolo universal: el niño que llevamos dentro y que quiere romper mandatos, hacer ruido y tocar la cuerda exacta que lo conecta con sus raíces. Y en el fondo, eso es Coco: un canto a la memoria, a los recuerdos que se guardan en altares invisibles, y a los abuelos que, aunque partan, siguen sonando en cada nota y en cada foto polvorienta.
La puesta en escena no se guarda nada: música en vivo, canto, baile, actores que aparecen desde el público como fantasmas festivos, y un vestuario colorido que huele a papel picado y a flores de cempasúchil. Los niños ríen, los padres se emocionan, y todos juntos arman una gran ofrenda colectiva a la vida.
El grupo Amakaik, con 15 años de trayectoria y más de 40 obras, demuestra que el arte no necesita de grandes pantallas para ser grande. Basta un escenario, unas luces y un puñado de artistas con el corazón en la mano. “Siempre que venimos a Caleta la pasamos genial”, cuenta Valentina, como si hablara de una segunda casa, un refugio donde el aplauso abriga.
En un mundo que parece olvidarse cada día un poco más de los afectos, Coco nos recuerda que la familia no es solo sangre, sino también música, historias, abrazos y silencios compartidos. Y que, en definitiva, solo muere quien se olvida.
El teatro, una vez más, nos salva.