El calvario de las víctimas de esclavitud moderna en una empresa japonesa en Ecuador
Los campamentos en los que vivían no tenían luz, agua potable, instalaciones sanitarias básicas ni acceso a servicios de educación y salud.
Víctimas de esclavitud moderna de la empresa japonesa Furukawa en Ecuador ofrecieron impactantes relatos de la situación vivida con la compañía, luego de la histórica sentencia de la Corte Constitucional (CC) del país suramericano en contra de la firma.
El pasado 5 de diciembre, la CC dio a conocer su sentencia respecto a este caso, sobre las acciones de protección que presentaron un conjunto de personas afectadas, y dejó claro que en Furukawa, que produce la fibra de abacá, una suerte de hilo vegetal, “existió una práctica análoga a la esclavitud”.
“La Corte aceptó las acciones de protección al encontrar que, hasta 2019, Furukawa mantuvo en sus haciendas una práctica análoga a la esclavitud conocida como servidumbre de la gleba“, dijo la institución en un comunicado sobre la sentencia.
De acuerdo con la CC, el sistema consistía en aprovecharse de personas en condiciones de extrema vulnerabilidad para que vivan en campamentos dentro de las haciendas y cosechen abacá en beneficio de Furukawa durante varias generaciones, sin que puedan cambiar su condición. La firma fue acusada de ocultar relaciones laborales a través de contratos de arrendamiento de tierras.
“Los campamentos dentro de las haciendas de Furukawa no tenían luz, agua potable, instalaciones sanitarias básicas ni acceso a servicios de educación y salud”, detalla la CC, que ordenó a la compañía el pago de 120.000 dólares a cada una de las 342 víctimas, ascendiendo el monto total de reparación a más de 41 millones de dólares; además, deberá pedir disculpas públicas.
“Crueldad”
Tras conocerse el fallo, el martes, varias de las víctimas ofrecieron una conferencia de prensa en la que relataron las penurias vividas.
Susana Quiñones, de 64 años, quien trabajó en Furukawa desde los 5 años, confirmó que no tenían luz, agua ni servicios básicos; y que les decían “si trabajas, come; si no, no comes”.
https://x.com/radio_pichincha/status/1866524297168027991
“Yo quise estudiar, yo solamente no quise ser una abacalera, yo quería ser otra cosa, pero la pobreza, el desorden, la crueldad, tuve que quedarme”, manifestó, al tiempo que señaló que ahí tuvo a todos sus hijos e incluso nacieron nietos. Además, dijo que su jornada laboral empezaba a las 03:00 y terminaba a las 22:00.
Por su parte, María Guerrero, de 39 años, relató que llegó al lugar junto a sus padres y seis hermanos cuando era una niña. Permaneció en los cultivos por las siguientes tres décadas, conociendo ahí a su esposo y dando a luz a sus hijos.
“Yo di a luz a todos mis hijos dentro de la empresa, no tuve un control médico de posparto ni un control médico durante mi embarazo. Es algo que llevaré siempre en mi corazón como una herida”, expresó y contó que en una ocasión la tuvieron que cargar entre varios trabajadores y llevarla hasta una carretera en busca de ayuda porque uno de sus partos se había complicado, según cita Primicias.
Segundo Ordóñez, de 59 años, calificó a Furukawa como un “monstruo”, al señalar que la empresa consideraba que podía “hacer” lo que quisiera con los trabajadores.
Además de las sanciones impuestas a la empresa, la sentencia de la CC establece reparación por parte del Estado, como el pedido de disculpas públicas, garantizar el acceso a la salud, educación y vivienda a los afectados, la creación de un documental sobre la servidumbre de la gleba y otras expresiones artísticas que generen memoria sobre los hechos, la declaración de un día de conmemoración de las víctimas de Furukawa, entre otras acciones.