Lucha salarial y lecciones para el futuro
Por Por Adolfo Aguirre: Secretario de Relaciones Internacionales de la CTA y Coordinador Nacional de la CNTI
Hay una preocupante desconexión entre remuneraciones y productividad, por eso la clase trabajadora y su dirigencia está ante retos históricos. Urge reflexionar sobre el futuro del trabajo, la experiencia argentina y la amenaza que representa Milei.
Informes recientes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señalan una preocupante desconexión entre salarios y productividad. En las últimas décadas, mientras el producto bruto mundial ha crecido un 40%, los salarios no han seguido el mismo ritmo. Este desfase ha incrementado la desigualdad y la pobreza. Por ello, es crucial fomentar una transición de salarios mínimos a salarios dignos para mejorar la equidad global.
En la 110ª Conferencia Internacional del Trabajo de 2022 se abordó de manera efectiva la definición y estimación de lo que significa un «salario digno» a nivel internacional. Este avance puede mejorar la vida de 630 millones de trabajadores cuyas remuneraciones actuales son insuficientes, sacando a sus familias de la pobreza y asegurándoles un sustento digno.
Para lograr estos objetivos, es fundamental vincular el crecimiento económico con el empleo y los salarios, permitiendo que los trabajadores compartan los frutos del progreso. Esto requiere fortalecer el diálogo social y la negociación colectiva, empoderando a las instituciones encargadas de la fijación de salarios.
La experiencia Argentina: Enseñanzas de dos décadas
Argentina ofrece valiosas lecciones sobre la lucha salarial. En la primera década del siglo XXI, los trabajadores argentinos experimentaron un notable crecimiento salarial. Este avance fue posible gracias a una fuerte movilización social que cuestionó el neoliberalismo de los años 90, y a la persistencia de los reclamos tras la crisis de 2001. A partir de 2003, el país adoptó una estrategia de crecimiento impulsada por el empleo y los salarios, reduciendo significativamente la pobreza y la desigualdad.
Entre 2003 y 2011, el salario real creció un 54,5%, la pobreza se redujo del 65,5% al 25,6% y la desigualdad, medida por el índice de Gini, bajó de 0,526 a 0,433. Este progreso se debió en gran parte a una fuerte presencia sindical y un sistema de negociación colectiva por rama de actividad, así como a un significativo aumento del salario mínimo.
No obstante, esta estrategia no garantizó su sostenibilidad a largo plazo ni abarcó a todos los trabajadores. La recuperación se concentró en el sector formal, dejando al sector informal, que representa casi el 50% de la fuerza laboral, en una situación precaria. Además, las tensiones macroeconómicas no resueltas rápidamente limitaron el crecimiento económico. Entre 2011 y 2023, el PIB per cápita cayó un 11%, el empleo formal se estancó y la inflación anual se disparó, alcanzando el 211% en 2023.
En este contexto, la negociación salarial solo permitió aumentos nominales insuficientes para compensar la inflación. La carrera precios-salarios, en un contexto de estancamiento económico, profundizó los desequilibrios y agravó la crisis, afectando de manera desigual a distintos grupos de trabajadores.
Hoy, los trabajadores argentinos enfrentan una situación extremadamente crítica bajo el gobierno de Javier Milei, que ha implementado ajustes macroeconómicos a costa de los trabajadores, debilitando la legislación laboral y la capacidad de acción sindical.
Es imprescindible una nueva arquitectura financiera internacional que permita a la región alcanzar autonomía económica y financiera. Aprovechando las ventajas competitivas en producción de alimentos, energía e industria, se podría crear una moneda orientada al desarrollo productivo e inclusión social. Esto requiere revisar el endeudamiento de nuestros países, diseñando estrategias para que el repago de deudas soberanas recaiga sobre quienes se han beneficiado, y no sobre los sectores populares.
Milei está descargando todos los costos de los ajustes en el plano macroeconómico sobre las espaldas del pueblo trabajador y apoyando a los grandes conglomerados nacionales y transnacionales. La soberanía está en peligro y la solidaridad y la acción colectiva son nuestras mejores herramientas para enfrentar los desafíos de este tiempo de avance de las facciones ultraderechistas.