Arzobispo Cuerva: “Argentina, levántate y anda”

En un Te Deum cargado de contenido político, el arzobispo Jorge García Cuerva interpeló al poder: habló del hambre, la desinformación, el odio y la exclusión. El presidente Milei, presente en la Catedral, escuchó en silencio… y sin escarapela Argentina.
Por Redacción Raíces Digital
La Catedral Metropolitana de Buenos Aires fue, una vez más, escenario de una de las postales más simbólicas del 25 de Mayo. En un país convulsionado por la crisis social, económica y política, y con un Gobierno nacional que promueve la ruptura como forma de gestión, el Te Deum no fue una mera liturgia religiosa: fue un mensaje político, social y profundamente humano.
Con la presencia del presidente Javier Milei, la vicepresidenta Victoria Villarruel y el jefe de Gobierno porteño Jorge Macri —a quienes Milei no saludó al ingresar—, el arzobispo de Buenos Aires Jorge García Cuerva ofreció una homilía con un tono firme, directo y profundamente crítico. Y aunque no nombró a nadie, todos sabían a quién le hablaba.
📌 “La Argentina se está desangrando”
Con una parábola evangélica como punto de partida, García Cuerva construyó una metáfora clara y poderosa:
“Nuestra Argentina se está muriendo. Se está muriendo la fraternidad, la tolerancia, el respeto. Y si se mueren esos valores, se muere un poco el futuro”.
Acompañado por un clima social tenso —producto del ajuste feroz, los despidos, la represión y el empobrecimiento—, el arzobispo visibilizó el dolor del pueblo: las personas en situación de calle, las madres desesperadas por sus hijos, los jubilados sin remedios, los jóvenes atrapados por el narcotráfico, las familias inundadas.
“Argentina también sangra. Y esa herida hay que curarla hoy. No podemos seguir esperando”, reclamó.
🗳 Promesas incumplidas y estafas electorales
Uno de los tramos más potentes del discurso se refirió al hartazgo democrático.
“Nos mintieron muchas veces. Eso nos hizo perder las ganas de participar, hasta de ir a votar”.
Y agregó:
“Cuántas promesas incumplidas, cuántas estafas electorales. Cuántas veces nos hicieron perder el entusiasmo”.
Este señalamiento resonó con fuerza en el recinto, especialmente frente a un presidente que, tras prometer acabar con los privilegios de la casta, hoy gobierna con ajuste brutal y concentración de poder.
⚖️ La inequidad como motor de exclusión
El arzobispo también apuntó al abismo entre los poderosos y el pueblo:
“Argentina sangra en la inequidad entre los que se laburan todo y los que vivieron de privilegios, alejados de la calle, de los medios de transporte público, de saber cuánto valen las cosas en el supermercado”.
Y en una frase que pareció dirigida directamente al presidente, sentenció:
“Alejados de la gente de a pie, no sienten su dolor ni sus frustraciones. Pero tampoco se emocionan con su esfuerzo”.
📲 Contra el odio y la guerra de palabras
García Cuerva no eludió el tema de la violencia simbólica, el discurso del odio y la desinformación.
“Estamos empachados del pan duro de la desinformación, el pan viejo de la indiferencia, el pan agrietado por el odio”.
“Hemos pasado todos los límites. La descalificación y la agresión se convirtieron en moneda corriente. Necesitamos una transfusión de memoria”.
Denunció el “terrorismo de redes”, los “haters”, y la “guerra de palabras e imágenes”. Y reivindicó al Papa Francisco al llamar a frenar la cultura de la agresión.
✋ Un llamado al encuentro, no a la guerra
“Es con todos”, dijo García Cuerva al referirse al futuro del país. Y fue más allá:
“No podemos construir una nación desde la guerra entre nosotros. Todo acto de violencia quiebra el tejido social”.
“Tomarnos de la mano, tirar para adelante. El que tengo al lado es un hermano, no un enemigo a vencer”.
🙌 “Levántate, Argentina”
La homilía cerró con un llamado lleno de espiritualidad, pero cargado de compromiso político:
“Niña, yo te lo ordeno, levántate. Argentina, levántate. Ponete de pie. Vos podés. Basta de arrastrarnos en el barro del odio y la violencia. Es hora de ponerse de pie unidos, no a los empujones, sino mirándonos a la cara”.
Y concluyó con una imagen potente:
“Después dijo Jesús: denle de comer. Muchos hermanos tienen hambre de pan, de sentido, de solidaridad, de esperanza”.
📣 ¿Qué hizo Milei?
El presidente, visiblemente incómodo durante varios tramos de la ceremonia, no llevó escarapela y evitó saludar a Villarruel y Macri. Su silencio contrastó con la fuerza del mensaje del arzobispo, quien habló a nombre de un pueblo que no pide milagros, sino justicia, respeto y dignidad.
En tiempos de ajuste, fragmentación social y represión, el arzobispo de Buenos Aires alzó la voz en el principal acto institucional de la patria. Y lo hizo no desde el púlpito del poder, sino desde el corazón del pueblo que duele, sangra y sigue esperando ponerse de pie.